viernes, 3 de enero de 2014

Vicky almuerza bien

Victoria llegaba feliz y cantando a casa, al fin, entraba, se sacaba los zapatos e iba hasta su dormitorio, y allí se sacaba y tiraba al piso la falda del uniforme de la escuela, e iba así hasta la cocina: la casa, en ausencia de sus padres, era toda suya, y podía darse el gusto de andar en culo por ahí, y le encantaba no cubrir su magnífico culo.
Fue a la cocina, puso música en la radio, bailó esas músicas estúpidas de moda, moviendo y enseñando su culo a un imaginario público, agachándose, inclinándose de modo tal de enseñar su divino ojete, dándose palmadas en sus glúteos, y riendo. Puso al fin luego de su baile feliz e imbécil, a hervir agua con sal para prepararse su almuerzo; abrió la alacena para ver qué había y pensar qué podía prepararse, mordiéndose pensativa el labio inferior entretanto. Vicky además, así pensativa, se chupaba un par de dedos y los ensalivaba bien para luego llevarlos al ano y dedeárselo al ritmo de la música, que además cantaba y no dejaba de bailar.
Tomó un paquete de fideos, el aceite, y la sal; busco la manteca en la heladera, y dejo todo eso sobre la mesada al tiempo que ponía a hervir los fideos. Victoria entonces se sacó los deditos del orto, los lamió y salió corriendo riéndose a su habitación, trajo de ahí su bolso y de él sacó, su grueso consolador anal que al instante enmantecó, y así, en una o dos maniobras dilatantes anales, estuvo a la vera de la mesada bombeándose el culo mientras se cocinaban los fideos, gimiendo y disfrutando, imaginando memorables culeos, aquella noche hace meses con su Amo; pensando lo mucho que necesitaba abundante semen de almuerzo.
Y metiéndose completamente la verga plástica en el orto mientras gemía bajito, apagó la ornalla de la olla de los fideos, se bombeó unas veces más su ojete hambriento, y finalmente sacó el consolador de su orto, lo lamió y saboreó cuidadosamente, y lo dejó en la mesa.
Seguidamente Vicky coló los tallarines, se sirvió su porción en un plato, le puso crema, y lo dejó en la mesa junto a su aún caliente consolador anal. Se rió, satisfecha, de lo puta que era.  
Justo cuando estaba a punto de entrarle hambrienta a sus fideos con crema, mientras cantaba una de sus canciones estúpidas, notó que alguien desde el pasillo la miraba. Se sobresaltó y atinó a ponerse de pie, pero el hombre intruso se abalanzó sobre ella y la retuvo en la silla.
"¿Dónde guardan el dinero tus viejos, nena puta? Si me lo decís no te lastimo" dijo el bandido mientras le miraba las piernas y la concha virginal desnudas de la asustada Vicky.
Y Vicky, de repente aliviada, y con gran calma y ternura supo decir con una carita de extremo amor y dulzura, notando en el pantalón el gran bulto cilíndrico que tenía ese señor malvado: "si me da pija y leche por la cola le digo todo lo que quiera, señor, no me mate sí".
Y el ladrón —que ya había soltado el fierro que portaba, comprendió así que debía ser un buen samaritano y dejar de lado la senda del crimen— dijo, luego de un instante de incredulidad y reflexión:
"¿Eh...? Qué mierd….... Chupame la pija, nena re puta".
Y liberó su verga ya tiesa frente a la carita de Victoria, que al instante supo tomar en su boquita y mamar con gran deseo y alegría, acariciando con su dulce lengua y paladar, todo cuanto pudiese saborear y disfrutar de esa verga, que no dejaba de succionar y recibir profundo en su garganta. Dios, cómo chupaba pija Vicky. El ladrón convertido en hombre de bien ya, tomaba a Vicky del pelo para cogérsela mejor por la boca, para darle mejor así su amor. Mientras tanto, la concha de Vicky estaba muy caliente y mojada, y ella se la acariaba con delicadeza; de igual modo, el ojete de Vicky exigía pija y se relajaba y contraía requiriendo alimento grueso y duro, urgente.
Fue así que en cuanto el gentil hombre le sacó su enorme pija de la boquita llena de baba y flema de Vicky, ella supo decir:"rompame el culo, amable señor, prometo luego decirle todo lo que necesite del dinero de mi papi", y mientras decía eso Vicky no dejaba de pajear esa deliciosa verga que milagrosamente le había llegado para disfrute y aprendizaje.
Y fue así que luego de certeras maniobras, Victoria quedó con la carita contra la mesa mientras entregaba su orto y se separaba las nalgas con sus manitos, para enseñarle al hombre el camino, ese ojete que, de una dulce estrellita rosada, dejaba ver la luz de una calentita cavidad que el buen hombre no dudó en culear hasta el fondo y duro, una y otra vez mientras Vicky pedía más y más, y gemía contándole a ese servicial señor lo mucho que le gustaba ser puta tragaleche, lo mucho que necesitaba y disfrutaba que le rompan el culo. Y Vicky agradecía entre gemidos y murmullos tener pija por la cola de almuerzo.

En la última etapa de la penetración anal el hombre le dió la siguiente sabia orden a Vicky:"metete el consolador en la boca y callate, putita del orto... no sabés cuanta leche te voy a dar, re puta". Y Vicky, feliz, hizo caso y chupó el consolador que recién se había metido en su cola, y lo sabores con delicia mientras uno tras otra las eyaculaciones le llenaban el ojete.
"Aquel hombre que había llegado como una amenaza, ahora era un buen señor que le había bombeado el orto" pensó gimiendo feliz Vicky mientras le sacaban la pija de la cola, ya habiendo desagotado toda su carga lechosa. Ella se quitó el consolador de la boca, le agradeció al tipo que veía a la nena que se había culeado e imaginaba una segunda ronda de culeo ante tan precioso ano enmantecado y roto.
Y aquí Vicky supo por instinto que debía hacer, y sonriente,  tomando el plato de los fideos frente a su carita, lo dejó en el suelo y se acomodó de modo tal que el semen en su recto escurra por su orto a los fideos, mientras miraba a los ojos del señor con sus ojitos de puta tragaleche, y agradecida al hombre dador de semen, escurrió un chorro de abundante y caliente leche de pija, desde su ojete, a los fideos, que no veía la hora de comer.
Vicky pasó su mano por su cola bien hecha, recogió el esperma que allí pueda haber quedado, se lamió la manito para higienizarla y rescatar cualquier rastro de ese liquido delicioso de pija. Luego tomó el plato en el piso, lo puso sobre la mesa se dispuso sonriente y hambrienta a comer sus tallarines condimentados con deliciosa leche de verga, saborizada a ojete.
No aguantando más la calentura, el gentil hombre le regalaría otra carga de semen a esa nena hambrienta, pajeándose sobre los fideos mientras ella comía, eyaculó aún más esperma en los fideos para que Vicky se alimente bien. Y Vicky no dejó ningún fideo en el plato, ni una gota de la deliciosa leche que había sabido ganarse.
El tipo le desnudó las tetas a Vicky y le dió un beso en cada una, sendas lamidas y, aunque Vicky quería más culeo, se fue; se fue sin robar nada y dejándose a él mismo y Vicky, importantes lecciones de vida y amor.

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